Irlanda es una isla natural que ha permanecido casi invariable a lo largo del tiempo. Se trata de la tierra de la sabiduría celta, la magia, la religión católica y la cerveza negra.
Sus ciudades alegres, hogar de miles de estudiantes universitarios, se contraponen hoy en día al espíritu tradicional de los bares en sus calles más pintorescas. Así, Irlanda es un alma joven con un corazón histórico, un espectacular lugar que merecer visitar y conocer.
Ademá, se suele decir que en Irlanda existen cuarenta tipos de verde, por ello se le da el sobrenombre de la Isla Esmeralda. La pertinaz lluvia ha provocado que el verde luzca muchísimo en las tierras irlandesas.
En primer lugar, se puede disfrutar de los fascinantes acantilados de Moher, un bello rincón creado por la naturaleza que seduce con su sonido y su impresionante vista.
Luego, recomiendo visitar La Calzada del Gigante, un icono de la tierra del Eire que está situada en el norte de Irlanda y está rodeada de mitología y leyendas. Por otro lado, en Irlanda hay un gran patrimonio megalítico y celta a lo largo de su geografía, sobre todo, en el Condado de Sligo.
Ya en Dublín, sobresale la Catedral de San Patricio, uno de tantos templos que se levatnaron a este santo, que consagró su vida para que Irlanda abrazara el cristianismo y que cada 17 de marzo convierte a todo el mundo en irlandés.
Asimismo, Dublín es romántica, alegre, moderna y sentimental. Se trata de una ciudad llena de vida donde uno puede disfrutar simplemente paseando mientras llueve y se mojan los adoquines de la calzada.
Un paseo por el barrio del Temple Bar, la galería del rock alternativo, deja constancia de la importancia de la música en Irlanda, al mismo tiempo que fusiona el acento irlandés con el sonido y el baile autóctono.
Por último, Irlanda es un país donde el agua está presente en muchos lugares. Por ejemplo, sobresalen los lagos de Glendalaugh que aguardan serenos en el paraíso monacal de Wicklow, al cobijo de las preciosas verdes montañas.
Foto vía Wet Canvas