El 1 de noviembre de 1884, Michael Cusack creó en Thurles la Gaelic Athletic Association (GAA) con el objetivo de impulsar nuevamente los deportes nacionales destronados por los «importados» y reforzar la identidad nacional de Irlanda.
Los equipos de fútbol gaélico y hurling formados únicamente por aficionados son la gloria del condado y la alegría de los 70.000 espectadores que asisten a las finales. Estas tienen lugar en septiembre en Croke Park, en Dublín, sede de la GAA.
Si uno viaja Irlanda, debería ver un partido de hurling y fútbol gaélico, pues es lago que no podrá presenciar en ningún otro lugar. Todo un icono de la bella Irlanda.
El fútbol gaélico es una mezcla de fútbol y rugby que se caracteriza por los pases altos y precisos, los tiros largos y la violencia de los placajes. Enfrenta a 30 jugadores (15 en cada equipo) en un terreno de 140 por 80 metros. La pelota también se maneja con la mano. El objetivo del juego es similar al del rugby, con la diferencia que la red se encuentra bajo la barra tranversal.
Se trata de marcar un gol, que vale tres puntos, lanzando la pelota a la red bajo la barra tranversal a 2,5 metros del suelo, o conseguir puntos lanzando la pelota por encima de la misma.
Por su parte, el hurling es una especie de hockey sobre hierba. Tiene varios puntos en común con el fútbol gaélico: el número de jugadores, el tamaño del terreno y el objetivo del juego. Cada jugador usa un un hurley o bastón de fresno plano y de base ancha.
La pelota es ligeramente más grande que una pelota de tenis y consta de un núcleo de corcho cubierto de cuero y firmemente cosido. Puede alcanzar una velocidad de 110 kilómetros por hora.
Hay también una versión femenina del hurling: el camogie, que se juega con trece jugadoras en un campo más pequeño.
Foto vía Corazón Blanco